Escritos Urxentes mostra a súa sorpresa e ao mesmo tempo tamén gratitude á persoa descoñecida que deixou a seguinte mensaxe neste vertedoiro cibernético. Só poido manifestar que non nos coñecemos, pero se o obxeto da súa mensaxe era provocar intriga, teña por seguro que o seu propósito cumpriuse sobradamente. Logo de darlle voltas, considero que é algo que teño que compartir con aqueles e aquelas que por aquí se deixen ver. Agardo que non se amole quen queira que o escribira. En todo caso, agardo expectante e intrigado o noso encontro, recoñézoo. Sen mais, unhas verbas que alguén que non se quere identificar, pousou en Escritos Urxentes:
El último libro
En un desierto de estatuas, de sucesos que ya no eran, de todas las leyes que en el mundo habían sido, de todos los libros, los objetos e inventos que las personas habían aparecido, no quedaba más que un gran fuego que Ellos habían ordenado prender con semejante materia para la Refundación de la Vida. Entre el humo que todo lo invadía, que se elevaba y regresaba la oscuridad junto al terror de lo desconocido, se extendía un cielo que por primera vez juzgué irreal e ilusorio. Detrás de mí, dispuestos en filas, un ejército de recuerdos, de recuerdos de los recuerdos, ¿es necesario que siga?
Vi que se desvanecían, acercándose a mi desnudez, vi las sombras de los seres queridos. Enfrente estaba la Muerte, que era un precipicio. Pero en mi mano había un libro. Lo abrí. Leí: “En un desierto de estatuas...” Eso leí.
En un desierto de estatuas, de sucesos que ya no eran, de todas las leyes que en el mundo habían sido, de todos los libros, los objetos e inventos que las personas habían aparecido, no quedaba más que un gran fuego que Ellos habían ordenado prender con semejante materia para la Refundación de la Vida. Entre el humo que todo lo invadía, que se elevaba y regresaba la oscuridad junto al terror de lo desconocido, se extendía un cielo que por primera vez juzgué irreal e ilusorio. Detrás de mí, dispuestos en filas, un ejército de recuerdos, de recuerdos de los recuerdos, ¿es necesario que siga?
Vi que se desvanecían, acercándose a mi desnudez, vi las sombras de los seres queridos. Enfrente estaba la Muerte, que era un precipicio. Pero en mi mano había un libro. Lo abrí. Leí: “En un desierto de estatuas...” Eso leí.
(caballero urgente, aún no es el momento, pero todo llegará, pronto nos conoceremos.)
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